Saturday, January 26, 2008

La Lengua de Martin


Era uno de esos días tranquilos, como siempre marchaba en forma normal, fui a trabajar a las 9.00 de la mañana salí a las 13.00, luego fui con Susanita a buscar a Martín, mi hijo menor, para llevarlo como siempre, a casa de mi hermana, quien lo cuida por las tardes. Al final de la jornada fuimos a buscarlo, y en la puerta de la casa nos recibe Suilem, mi sobrina, llorando. “Martín tiene sangre en la boca” nos dice. Yo controlándome un poco me acerco a donde estaba Martín, veo a mi hermana muy preocupada y Martín me muestra su boca, la abre saca su lengua casi partida por la mitad. (Bueno en realidad era un corte grande, pero no la mitad) Bueno, con Martín con su boca llena de sangre me puse muy nervioso y nos fuimos inmediatamente a la clínica, yo no hablaba nada, solo manejaba el auto y pensaba como el medico iba a solucionar esto. Al llegar a la clínica nos atendió el doctor Castillo, quien nos dijo que la única solución era ingresarlo a pabellón de cirugía, para lo cual había que anestesiarlo completo para intervenirlo. Cuando te dicen una cosa así, te pones a pensar muchas tonteras, que no las dices, pero las piensas, y te imaginas lo peor, como reaccionará a la anestesia, despertará, se quedará dormido para siempre Ah!!!! es terrible. Es una experiencia que yo no había vivido, con Mario Andrés, mi hijo mayor, lo más terrible fue un corte en el mentón y lo solucione con unos parches y listo. Le dimos la autorización al Medico para ingresarlo y a esperar. Fue una operación de treinta minutos que para mi fueron como treinta horas, te pasas todo el tiempo pensando en cosas malas que le pueda ocurrir a tu retoñito que ese rato no esta en tus manos poder hacer algo para aliviarlo. En eso aparece el Dr. Castillo y nos dice que todo salio muy bien y que podíamos estar tranquilos.
Ahora solo era esperar que a Martín Ignacio se le pasara los efectos de la anestesia y quedarse junto a su madre toda la noche en la clínica, yo regrese a casa como a las 12.30 de la noche, desecho como si me hubieran apaleado, con un poco de angustia de sentir que los hijos a esa edad son tan débiles y que literalmente, te morirías en 30 segundos si les llegara a pasar algo.